Wissam Rafidi

Aclaración: El presente artículo fue publicado en el Journal of Palestine Studies No. 125, el invierno de 2021. Hoy, después de que la realidad sobre el proyecto colonial sionista haya sido desenmascarada como un proyecto de sustitución que persigue el exterminio y la limpieza, creo firmemente que la “consigna de los dos Estados” ya no está vigente en el plano de la opinión y la convicción popular, pese a ser una consigna oficial en el plano internacional y árabe, puesto que se trata de un proyecto que requiere coexistir con el proyecto que persigue el exterminio de nuestro pueblo. Además, el desenmascaramiento en todo el mundo de la naturaleza del proyecto sionista como proyecto genocida ha llevado a sectores solidarios de población a alzar la consigna “Palestina será libre desde el río hasta el mar”, es decir, a pedir el fin del proyecto sionista, lo que explica la histeria sionista e imperialista al atacar esta consigna y a quienes la reclaman en sus acciones.

El debate resurgido sobre “un solo Estado democrático” se podría considerar que es como empezar la casa por el tejado, al apresurarse a debatir la forma del futuro Estado antes de la liberación del territorio que abarcará dicho Estado, sin restar importancia a la necesidad de aclarar el objetivo histórico final: la liberación y el establecimiento del Estado democrático y socialista de Palestina desde el río hasta el mar, como parte fundamental de una sociedad árabe socialista unificada. Sin embargo, el objetivo inmediato hoy, en mi opinión, es proporcionar todos los elementos para que la victoria de la resistencia abra camino hacia el objetivo histórico último de nuestro pueblo. Es por ello que me parece importante volver a publicar este artículo.

Si bien la idea de un solo Estado democrático ha aparecido reiteradamente en el debate político palestino, esta vez se puede decir que goza de un amplio espacio de discusión, ya sea a través de artículos diarios en la prensa local o árabe, o mediante la organización de seminarios sobre esa misma idea.

Son muchas las personas que creen que la propuesta de esa idea surge como consecuencia del fracaso de la solución de los dos Estados, debido a la expansión colonial sionista en toda Palestina, mediante la colonización y la confiscación de tierras, lo que también ha dado lugar a un solapamiento demográfico hasta el punto de que se ha vuelto imposible hablar de dos Estados separados. Lo extraño de esta propuesta es que parece como si se sorprendieran de la realidad del proyecto sionista de expansión, que se basa esencialmente en confiscar la mayor cantidad posible de tierras, expandir los asentamientos introduciendo el mayor número posible de colonos y desplazar al mayor número posible de palestinos, ya sea directamente, como en 1948 y 1967, o mediante diversas políticas de desplazamiento forzado.

Lo que ha impulsado la reintroducción de esa idea en el debate es lo que creemos que se puede considerar el estancamiento del proyecto nacional palestino, que surgió a raíz del fracaso del proceso de solución política basado en los Acuerdos de Oslo. Ni esos acuerdos lograron el «sueño de un solo Estado» como se imaginaron las partes firmantes, ni transformaron Cisjordania y Gaza en el «Singapur árabe», como manifestaron sus firmantes, ni detuvieron la expansión del proyecto colonial de asentamiento en Palestina. Al contrario, el número de colonos aumentó considerablemente con respecto a antes de los acuerdos, al igual que la extensión de las tierras confiscadas.

Lo que el pueblo palestino se llevó fue una Autoridad administrativa de autogobierno que asumió el peso de la ocupación y se comprometió funcionalmente a proteger y garantizar la continuidad del proceso colonial, un papel funcional que no se ocultaba en los acuerdos originales ni en la práctica diaria del aparato de la Autoridad. Como consecuencia, el pueblo palestino quedó desgarrado en una división devastadora, y las instituciones de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) se desintegraron hasta el punto de convertirse en estructuras burocráticas carentes de toda acción real, para ser reemplazadas por un “único mando” representado por una reducida élite a la cabeza del aparato de la Autoridad y de su organización dirigente.

Todo esto llevó al proyecto nacional palestino a un verdadero dilema, de modo que se hizo necesario plantear la consigna o meta de reconstruir el proyecto nacional y sus instrumentos de lucha.

Era natural dentro de la lógica de una ideología centrada en el Estado, como se explicará más adelante, que esa ideología, mientras se enfoque en el Estado y no la en la liberación de Palestina, perciba que la solución de los dos Estados está perdiendo fuerza. Se vuelve a considerar el concepto de Estado como solución, sin que se abandone ni critique la lógica que subyace a esa ideología basada en el Estado, sino que se diversifica la misma idea introduciendo la solución de un solo Estado.

Se ha escrito mucho sobre la idea de un Estado palestino dentro de las fronteras de 1967, con opiniones tanto a favor como en contra, y aunque forma parte de lo que se conoce como el Programa de Consenso Nacional, son muchas las cuestiones que han rodeado a esa consigna y que han generado debate en torno a ella. La primera de esas cuestiones fue la sustitución de la consigna de liberación por la consigna de la creación de un Estado, y los consiguientes nuevos enfoques, mecanismos y discursos, a los que se aludirá más adelante, que parecían echar por tierra el objetivo de la liberación en favor del objetivo de un Estado sin liberación, buscando en su lugar acuerdos que aspiran a lograr «cierta soberanía», no necesariamente real, a cambio de enormes concesiones, como se puso de manifiesto, por ejemplo, en Oslo. En consecuencia, la consigna del Estado se convirtió en un punto de entrada para las concesiones políticas, especialmente considerando que a quienes controlan la toma de decisiones nacionales, y por lo tanto el futuro de la consecución de esa consigna, no se les puede confiar esa responsabilidad.

De una manera o de otra, la consigna del Estado se presenta ahora como una alternativa a la consigna o meta estratégica de la lucha nacional, es decir, la liberación de Palestina y el establecimiento de un Estado laico y democrático. Es natural y de sentido común, y atendiendo a la lógica de la ley hegeliana de la acumulación, que alcanzar un objetivo histórico requiera una serie de metas y etapas intermedias en el camino hacia la consecución del objetivo estratégico. Sin embargo, en el caso palestino, se enterró el objetivo estratégico en su totalidad (en el sentido más literal de la palabra), en favor de la meta intermedia, hasta el punto de que esta última, es decir, un Estado en los territorios ocupados de 1967, pasó a ser el objetivo estratégico, lo que se confirmó a través del propio proceso de Oslo. No solo eso, sino que se reconoció la legitimidad del proyecto sionista en Palestina.

Aunque la meta intermedia declarada en el Programa de Consenso Nacional goza de apoyo internacional y está respaldada por una serie de resoluciones de legitimidad internacional, el discurso del Estado, si bien se aferra a esa legitimidad, lo cual es comprensible y lógico como forma de movilizar el apoyo de la comunidad internacional, ha priorizado la importancia de respetar esa legitimidad sobre los derechos históricos de nuestro pueblo en su patria al suprimir la consigna de liberación de Palestina, sin tener en cuenta que es nuestro pueblo el que determina los objetivos de la lucha del pueblo palestino, no las resoluciones de legitimidad internacional, por no mencionar que las propias resoluciones están sujetas a su continuidad o cambio, según el equilibrio de poder real sobre el terreno, lo que significa ser capaz, a través de la lucha por modificar ese equilibrio, de cambiar el contenido de las resoluciones de legitimidad internacional.

Entonces, ¿dónde radica la naturaleza problemática de esta ideología basada en el Estado?

En primer lugar, rechaza el objetivo de la liberación, que es un paso esencial e indispensable para poder hablar de cualquier Estado, sea cual sea. Si se analiza la trayectoria del pensamiento político oficial y de las facciones palestinas desde 1967, se advierte una transición de la idea de liberación a la idea de Estado, al tiempo que se margina y se elimina del discurso la primera idea: desde la consigna “la liberación de Palestina” o “la liberación de todo el territorio nacional palestino”, tal como figuraba en los programas de las facciones, hasta el proyecto de Autoridad Nacional del 74, pasando por un Estado palestino en las fronteras del 67, la propuesta de “Dos Estados para dos pueblos” y finalmente el Consejo de Gobernanza Administrativa materializado en la Autoridad Palestina, sin renunciar oficialmente al objetivo de “Dos Estados para dos pueblos”. Esta vía no solo ha transformado el objetivo de la lucha palestina, que ha pasado de consistir en la liberación de Palestina a la creación de un Estado junto al Estado del proyecto sionista, sino que también ha determinado las herramientas de la nueva vía, sus opciones e incluso el patrón de su teorización política. Para mostrarlo, basta con repasar los siguientes planteamientos: la resistencia popular, y a veces pacífica, como concepto completamente ambiguo se ha promovido como alternativa al concepto y la práctica de la lucha armada, en cumplimiento de los requerimientos del papel funcional de seguridad de la Autoridad Administrativa; el aparato político de la Autoridad Palestina ha reemplazado al aparato de la OLP; la visibilidad pública de las instituciones de las facciones ha sustituido el trabajo revolucionario clandestino; y el predominio del discurso diplomático-legal ha sustituido al discurso de la lucha y la liberación nacionales. Estos son algunos, pero no todos, de los planteamientos que pueden adoptarse para aclarar la realidad de que la transición del objetivo de la liberación al objetivo que tiene como fin la creación de un Estado supuso la transición a un discurso, herramientas y modo de pensar nuevos, lo que no es más que una de las manifestaciones de la famosa etapa de los Acuerdos de Oslo.

En segundo lugar, esa ideología omite por completo de sus cálculos el desmantelamiento y el fin del proyecto sionista en Palestina. De hecho, cuando propone la opción de un solo Estado, es como si se declarase el reconocimiento histórico de la presencia sionista y de su proyecto en Palestina y de sus consecuencias: el saqueo de tierras y el asentamiento de millones de colonos a expensas de nuestro pueblo en Palestina, lo que supone la repetición de lo que los dirigentes palestinos presentaron en los Acuerdos de Oslo y en la carta de Arafat a Rabin en la que se reconocía la legitimidad del Estado de Israel. Extrañamente, esta lógica no parece reconocer las desastrosas consecuencias de los Acuerdos de Oslo y las concesiones históricas hechas por los dirigentes palestinos, en particular el reconocimiento de la legitimidad del proyecto sionista, para repetirlas esta vez de manera diferente. Por lo tanto, cualquier conversación sobre una “solución final” a la cuestión palestina que no incluya el desmantelamiento y el fin del proyecto sionista en Palestina no será una solución final, sino más bien una cancelación del derecho del pueblo palestino a su patria histórica y del derecho de los refugiados palestinos a regresar a sus tierras y propiedades. 

En tercer lugar, la propuesta de la idea de un solo Estado democrático no está exenta de una gran dosis de ingenuidad política. El mecanismo para el establecimiento de ese Estado viene determinado por la adhesión del pueblo palestino al Estado del proyecto sionista, de modo que, como pueblo y como ciudadanos, nos convirtamos en un bloque demográfico influyente en el aparato y las políticas del Estado unificado, para que se elimine su carácter colonial. Ese mecanismo no está exento, por tanto, de ingenuidad política. ¿Acaso esperan quienes defienden esa propuesta que los sionistas sean tan estúpidos e ingenuos como para quedarse de brazos cruzados observando cómo se desmantela su proyecto colonial a través de mecanismos ‘democráticos’ que ellos mismos nos permitan por su propia voluntad? ¿Acaso no leen los miles de artículos y estudios escritos por intelectuales y políticos sionistas sobre la bomba demográfica palestina y sus planes sobre cómo hacer frente a ella para que no afecte al futuro de su proyecto? ¿Acaso no han leído, por ejemplo, las resoluciones de las sucesivas conferencias de Herzliya sobre esa bomba demográfica? Los sionistas actúan al respecto en función de acuerdos políticos que determinan sus decisiones: políticas que impulsan el desplazamiento del mayor número posible de personas, o para convertir a quienes se quedan en trabajadores subordinados en los proyectos israelíes. Todo ello mientras se amplía la confiscación de tierras y aumenta constantemente el número de colonos. Ese es el modo de pensar, de decidir y de actuar de los sionistas.

En cuarto lugar, por honestidad científica, cabe señalar que las fuerzas de resistencia palestinas, desde su aparición en 1965, han propuesto una solución democrática a la cuestión palestina, a través de dos consignas, la primera de las cuales condiciona la segunda: poner fin a la presencia sionista en Palestina en lo que se refiere a instituciones, estructuras e ideología, y el establecimiento de un Estado democrático y laico en el que todos coexistan. La ventaja de esta solución es que, en primer lugar, se basa en poner fin al proyecto sionista en Palestina y no en la coexistencia con dicho proyecto y, en segundo lugar, se basa en el axioma histórico indiscutible de que Palestina es una nación colonizada que debe ser liberada antes de enfrascarse a hablar de los detalles de la forma del sistema político en Palestina después de su liberación.

En quinto lugar, si bien es lógico que nuestro pueblo presente su visión de la Palestina después de la liberación, no es políticamente prudente entablar un debate profundo sobre la forma de esa Palestina antes de su liberación, sobre todo porque se trata de una nueva fase histórica, que puede comenzar después de 100 años, como señaló en una ocasión Hakim Habash: un Estado democrático unificado, un Estado binacional, un solo Estado con dos sociedades separadas. Y lo que es más importante, la resistencia ha definido, desde el inicio de la revolución contemporánea, una consigna histórica, en mi opinión acertada, hasta el momento: un Estado democrático laico. Pero es importante vincular esa conceptualización de la solución final a lo que hay que conseguir antes: liberar Palestina, poner fin a la presencia sionista en Palestina y desmantelar sus instituciones y su estructura.

En sexto lugar, y finalmente, si realmente interesa una revisión crítica del curso de la lucha palestina, una revisión que aborde las políticas, la metodología y las herramientas, sin cuestionar los derechos históricos, téngase en cuenta el proverbio griego “Aquí está la rosa, bailemos; aquí está la fortaleza, saltemos”, porque en las numerosas revisiones críticas del pensamiento político palestino, solo se ha bailado en la fortaleza y se ha saltado en la rosa. Ni se ha logrado revisar ni avanzar. Para que una revisión sea verdaderamente crítica y rehabilite el proyecto nacional histórico, debe partir de cero: la liberación de Palestina para poner fin al proyecto sionista en Palestina y desarticularlo. Ahora bien, si hay que presentar una visión general y definitiva para una Palestina posterior a la liberación, será la de un Estado democrático laico construido sobre las ruinas del proyecto sionista, no reconociendo su existencia, y ahí radica la diferencia entre una visión definitiva que exige acabar con el proyecto sionista y una visión definitiva basada en la integración en el propio proyecto.

Es lógico pensar que la misión de liberar Palestina y construir un Estado democrático y laico es una misión histórica, que marca el inicio de una nueva fase histórica, no solo en Palestina, sino en el mundo árabe y en toda la región. La entidad sionista cuenta con destacados elementos de poder que llevaron al difunto Habash a calificarla de microimperialista, como demuestra el hecho de que el expansionismo y la agresión sionistas no solo afecten a Palestina, sino a la región árabe en su conjunto, desde los países vecinos hasta Libia, Túnez, Argelia e Irak. La manipulación sionista en la región es evidente, lo que significa que la continuidad de la entidad sionista es en sí misma un peligro que amenaza a la nación árabe en su conjunto, no solo al pueblo palestino.

No obstante, también es cierto que el elemento principal de la fuerza de la entidad es el apoyo imperialista, principalmente de Estados Unidos, por lo que la lucha contra dicha entidad y por la liberación de Palestina es inseparable de la lucha contra el imperialismo en la región, lo que no es una visión idealista, como hay quienes creen, sino una realidad tangible. A nuestro juicio, esa lucha ha comenzado en la última década a lograr avances a nivel regional, el más importante de los cuales es el debilitamiento del proyecto de partición de Irak y Siria, aunque hasta ahora no haya sido completamente desarticulado, como consecuencia de la derrota de la corriente política islamista en todas sus expresiones, considerada el brazo sangriento del proyecto imperialista en la región, desde los Hermanos Musulmanes en Egipto y Túnez hasta Al Qaeda y el ISIS en Siria e Irak, lo que implica la desestabilización de los factores de poder del ente sionista, que apuesta su existencia al proyecto imperialista en la región. Asimismo, se puede observar la formación de un eje de resistencia al proyecto imperialista y a la entidad sionista que también se opone al eje de los regímenes árabes del Golfo que normalizan y apoyan tácitamente, y a veces abiertamente, a la entidad sionista. Cabe destacar que la Conferencia de Herzliya se ha venido planteando serias dudas sobre el futuro de la entidad a raíz de los acontecimientos de la presente década, en cuestiones que afectan a la demografía, la seguridad, la geografía y la capacidad militar. 

Por consiguiente, los factores para lograr la liberación de Palestina ya están presentes en el contexto actual, y se considera una misión árabe e internacional, no solo palestina, parte de una misión histórica más amplia que consiste en hacer realidad el proyecto árabe de liberación y renacimiento.

Foto recogida del sitio web de: Arab NGO Network for Development

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