La tortura ejercida por las autoridades de ocupación israelíes contra los prisioneros palestinos es una de las violaciones más graves del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos. Desde la ocupación de Palestina, las autoridades de ocupación han adoptado una política represiva sistemática dirigida contra los prisioneros palestinos mediante métodos brutales de tortura física y psicológica, que van más allá del trato cruel hasta el nivel de crímenes de lesa humanidad.
Estas violaciones se han intensificado de manera sin precedentes después del 7 de octubre de 2023, cuando las autoridades de ocupación aprovecharon ese acontecimiento para intensificar las detenciones arbitrarias y someter a los prisioneros a las formas más atroces de tortura, lo que ha provocado la muerte de varios de ellos debido a la tortura y la negligencia médica deliberada. También se han documentado casos de violación y violencia sexual contra los prisioneros.
La tortura en el contexto del genocidio
Las cárceles y los campos de concentración sionistas forman parte de un sistema represivo destinado a quebrantar la voluntad de los prisioneros palestinos mediante la tortura sistemática y la privación de sus derechos fundamentales. Los informes de derechos humanos indican que la ocupación utiliza más de 30 cárceles y campos de concentración, uno de ellos establecido durante el genocidio contra la Franja de Gaza, incluyendo una cárcel subterránea en Ramla.
La tortura contra los prisioneros Palestinos se ejerce desde el momento de su arresto, cuando son sometidos a golpes brutales y amenazas antes de ser trasladados a campos de concentración, donde enfrentan interrogatorios extremos que incluyen tortura física y psicológica sin restricciones legales ni supervisión judicial.
Organizaciones de derechos humanos han documentado el uso de diversos métodos de tortura por parte de las autoridades de ocupación, entre ellos descargas eléctricas, simulación de ahogamiento, privación del sueño, golpizas continuas, suspensión prolongada y ataduras en manos y pies. Asimismo, se han registrado casos de agresión sexual, incluyendo violaciones, contra prisioneros tanto hombres como mujeres, en prácticas que reflejan la brutalidad de la ocupación y la ausencia total de rendición de cuentas a nivel internacional.
La tortura a través de los ojos de los prisioneros liberados
Varios prisioneros liberados en el acuerdo «Diluvio de los Libres» informaron haber sido sometidos a torturas y golpizas incluso durante el proceso de su liberación. También revelaron las duras condiciones que vivieron dentro de las cárceles y campos de detención, donde fueron sometidos a una privación deliberada de tratamiento médico y se les prohibió el uso de productos de higiene, lo que provocó la propagación de enfermedades cutáneas entre ellos.
Además, la negligencia médica representó una grave amenaza para la vida de los prisioneros, especialmente para aquellos que padecen enfermedades crónicas como el cáncer y enfermedades renales, así como para los heridos por disparos de la ocupación, quienes requieren atención médica especializada.
los métodos de tortura no se han limitado únicamente a las violaciones físicas y psicológicas, sino que también han incluido amenazas explícitas que advierten a los prisioneros sobre su exterminio. En la puerta de la prisión de «Ofer» se colocó un gran cartel escrito en tres idiomas (árabe, hebreo e inglés) con un mensaje claro: no hay escapatoria para los prisioneros y seguirán siendo un objetivo.
Además, el exilio forzado de un gran número de prisioneros fuera de Palestina constituye una violación flagrante de sus derechos nacionales y humanos, lo que agrava su sufrimiento y representa una forma de represión sistemática, tan grave como la tortura física o psicológica.
Imagen del cartel que amenaza a los prisioneros con el genocidio.
La responsabilidad hacia los prisioneros: a nivel nacional e internacional
Los prisioneros palestinos constituyen una causa central en el conflicto con la ocupación sionista, a pesar de los repetidos intentos de fragmentar la cuestión palestina y reducir el tema de los prisioneros a un mero asunto humanitario, limitando las demandas a la mejora de sus condiciones de detención. Sin embargo, lo que se requiere no es solo mejorar su situación, sino poner fin a los crímenes cometidos contra ellos y trabajar seriamente por su liberación de las cárceles y campos de detención de la ocupación.
Los crímenes de tortura cometidos por las autoridades de ocupación violan la Convención contra la Tortura de 1984, que prohíbe todas las formas de tortura y tratos crueles o inhumanos. Asimismo, estas prácticas contradicen los Convenios de Ginebra de 1949, que obligan a las potencias ocupantes a proteger a los prisioneros de cualquier forma de violencia.
Además, la Corte Penal Internacional clasifica la tortura como un crimen de lesa humanidad cuando se practica de manera generalizada y sistemática, lo que se aplica a la política de la ocupación hacia los prisioneros palestinos. Cabe destacar que las autoridades de ocupación son las únicas en el mundo que han integrado la tortura dentro de su sistema legal y intentan legitimarla.
Además de eso, es necesario enfatizar que la solidaridad internacional con los prisioneros palestinos es una necesidad humanitaria y ética. El sufrimiento de los prisioneros no se limita solo al pueblo palestino, sino que forma parte de la lucha global contra la opresión y la tiranía.
Esta solidaridad requiere un movimiento popular amplio para presionar a los gobiernos y las instituciones internacionales a tomar posiciones firmes frente a las violaciones que sufren los prisioneros. Este apoyo puede materializarse a través de campañas mediáticas, manifestaciones y campañas de boicot a las entidades cómplices de la ocupación.
Bahaa Gasán