-Este artículo fue escrito y publicado en su versión original en inglés en el sitio web de The New Arab el 14 de abril de 2025, por Vijay Prashad.

Los palestinos tienen un extenso historial en luchas anticoloniales, basta con mirar la Guerra Civil Española y la vida de Muhammad Najati Sidqi, dice Vijay Prashad.

En 1936, decenas de miles de personas de todo el mundo se dirigieron a España para defender la República contra las fuerzas fascistas dirigidas por el general Francisco Franco. Conocidas como “Brigadas Internacionales”, los hombres y mujeres que acudieron a luchar procedían de todo el mundo: de Bulgaria a la India, de China hasta de Palestina.

Sí, Palestina. Es muy difícil saber quién concretamente vino de Palestina a España, porque los registros no son precisos.

Tal es el caso de Mahmoud Al-Atrash al-Maghribi, comunista palestino. A menudo se dice que estuvo en España, pero en su detallada e informativa autobiografía (Path of Struggle in Palestine and the Arab Levant: The Memoirs of the Communist Leader Mahmud al-Atrash al-Maghribi, Beirut: Institute for Palestine Studies, 2015) no hace mención de este.

Sin embargo, sí sabemos que al menos 3 personas palestinas vinieron a España: Ali Abd al-Jaliq, Fawzi Sabri Nabulsi y Muhammad Najati Sidqi. Eran miembros del Partido Comunista Palestino y llegaron a España a través de la Internacional Comunista. Sidqi dejó una autobiografía Mudhakkarat Najati Sidqi (Las Memorias de Najati Sidqi)- que fue publicada póstumamente en Beirut por el Instituto de Estudios Palestinos en 2001.

En su autobiografía, Sidqi recuerda cómo los republicanos españoles le llevaron al frente para que pudiera -en árabe levantino- gritar a los soldados marroquíes que luchaban en el Ejército de África de Franco, quiénes habían sido transportados por oficiales alemanes nazis desde Marruecos a España para formar las tropas principales en el frente contra el ejército republicano.

“Escuchad hermanos,” gritó Sidqi en el frente. “Soy árabe como vosotros, vengo de un lejano país árabe. Os ruego hermanos que abandonéis las filas de vuestros generales, que os oprimen en vuestro país. Venid a nuestro lado, donde seréis bien tratados y recibiréis una paga diaria. Aquellos de vosotros que no quieran luchar serán devueltos a su tierra y a su familia. ¡Viva el Frente Popular!, ¡Viva la República!, ¡Viva Marruecos!”.

Hasta dónde Sidqi recuerda, ningún soldado marroquí se desertó a los republicanos. Quizás porque ellos -hablantes de darija, o árabe marroquí- ¡no entendían en absoluto su dialecto levantino!

En su libro «Diario De La Guerra De España» (1938), el periodista soviético de Pravda, Mijaíl Koltsov, contó una anécdota sobre Sidqi. Debido al fracaso de las deserciones, Sidqi adoptó un nombre más adecuado para los árabes marroquíes: Mustafa Ibn Jala; con este nombre, Sidqi escribió para el periódico comunista español Mundo Obrero.

Los cadáveres de los soldados marroquíes llevaban en los bolsillos panfletos escritas por Ibn Jala. Estos estaban escritos en darija, pero no generaron deserciones, debido en gran parte a la alta tasa de analfabetismo de los marroquíes rurales. Koltsov, por cierto, era amigo íntimo de Claud Cockburn, el padre de Alex Cockburn, editor del periódico izquierdista Counterpunch.

  • Ser palestino es ser anticolonialista

Durante su estancia en el frente, Sidqi documentó la guerra para la prensa árabe.

En la revista del Partido Comunista Sirio Sot a-Sha’ab (“Voz del Pueblo”) del 15 de mayo de 1937, escribió su primer artículo desde España. De todos los que se han localizado, el más largo es un artículo: “Cinco meses en la España republicana: Memorias de un combatiente árabe en las Brigadas Internacionales”, en al-Tali’a (“La Vanguardia”, periódico de Beirut) en junio de 1938.

En Barcelona, Sidqi fue recibido por un comandante catalán, le preguntó por qué no está en la milicia. Cuando Sidqi le dijo que es árabe, el comandante se quedó atónito. “Pero los árabes,” dijo, “¡están con Franco y sus «sanguinarios ayudantes!». 

El comandante le cuenta a Sidqi cómo el ejército marroquí, el Ejército de África, se había vuelto contra el gran líder de la Guerra del Rif, Abd al-Karim, en 1925 y lo había derrotado (‘Abd al-Karim fue el modelo a seguir del Che Guevara para la guerra de guerrillas, y se dice que se conocieron en la embajada marroquí en El Cairo cuando el Che visitó Egipto y Gaza en 1959). Sidqi le respondió al comandante:

“¡No soy el único árabe aquí! Ahora hay muchos en las Brigadas Internacionales, y también vendrán otros. Incluso a los árabes que ahora están en las filas franquistas se les abrirán los ojos y desertarán y se unirán a vuestras fuerzas. He sabido de muchos a los que se les han abierto los ojos y están esperando la oportunidad de desertar al campo republicano. En nuestros países árabes, hay 70 millones de árabes afines a la República Española, y que abogan por la democracia, porque su civilización árabe, sus venerables tradiciones históricas, están construidas sobre los cimientos de una verdadera democracia” (de las memorias de Sidqi).

Sidqi abandonó España y regresó al Líbano. Allí, se dedicó por completo al trabajo antifascista. Parte de este trabajo incluyó escribir un libro, publicado en mayo de 1940, titulado “al-Taqalid al-Islamiyya wa-i-mabadi al-naziyya: hal tattafiqan?” (“Las tradiciones islámicas y los principios nazis: ¿pueden armonizar?”). Este fue el intento de Sidqi de asegurar que ningún aspecto del fascismo entrara en la lucha árabe contra el colonialismo, a pesar de la tentación de aliarse con el enemigo de la nación árabe (el imperio británico).

Su experiencia en el movimiento comunista y en España le había marcado profundamente. Tras la guerra y después de la Nakba (“Catástrofe”) que condujo a la expulsión de los palestinos de sus hogares, Sidqi se convirtió en traductor, llevando principalmente novelas chinas y rusas al árabe.

Durante este genocidio en Gaza, he pensado a menudo en personas como Sidqi, quienes amplían nuestra comprensión de la solidaridad. Ser solidario, para ellos, no significaba estar con otra persona o en la lucha de otra persona. Era estar con ellos mismos.

Eran personas que querían expandir su propia humanidad, luchar para defender la humanidad a las puertas de Madrid. Si Madrid caía, sentían, su propia humanidad se vería comprometida. “Madrid es el corazón», escribió W. H. Auden en su magnífico poema “España 1937”.

Pablo Neruda fue un paso más allá, publicando un libro de poemas titulado “España en el corazón”, 1937. Éste era el poder del internacionalismo que la Internacional Comunista ofrecía a hombres como Sidqi.

Sentían que sería difícil ser humano en un mundo en el que se hace tanto daño a los demás y al planeta si no hacían algo o cualquier cosa para detenerlo. Llegar a ser humano brevemente sólo es posible mediante la lucha, sólo mediante el acto de reparar el daño causado a uno mismo o a los demás.

El ejemplo de personas como Sidqi nos ayuda a comprender por qué fueron la Unión Soviética y la República Democrática Alemana (RDA) quienes entrenaron y armaron a los fedayines palestinos (como explica Lutz Kreller en “DDR und PLO”, 2017), y por qué fue el Ejército Rojo japonés el que vino a unirse a la lucha en Levante contra la ocupación israelí.

Uno de los combatientes anticoloniales japoneses, Shigenobu Fusako, trabajó en Beirut con Ghassan Kanafani en al-Hadaf y luego fue detenida injustamente y encarcelada durante 21 años y medio. El año pasado, Fusako publicó «パレスチナ解放闘争史 1916-2024» (“Historia de la lucha por la liberación de Palestina 1916-2024”), que dedicó “con todo mi corazón a todos los palestinos que luchan por su libertad y liberación y luchan frente al genocidio que se está cometiendo ahora contra ellos.”

Aquí no hay apatía. Me recuerda a la última parte de “Explico Algunas Cosas” de Neruda (1947):

Generales
traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.

Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?

Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!

Vijay Prashad es el director del Instituto Tricontinental de Investigación Social. Es el editor de Letters to Palestine (2014) y su libro más reciente es (con Noam Chomsky), On Cuba (2024).

Síguelo en X: @vijayprashad

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