Por: Carlos Martínez – politólogo
La defensa de la justicia para Palestina es inseparable de la comprensión profunda del sistema imperialista que domina el mundo contemporáneo. Pretender analizar el sufrimiento del pueblo palestino, el genocidio en Gaza, o la naturaleza del Estado de Israel sin situarlos en el contexto de la maquinaria de dominación global dirigida por Estados Unidos y ejecutada por su red de estados títeres y fuerzas auxiliares, es un ejercicio de miopía política o complicidad deliberada. La causa palestina no es un conflicto aislado; es el epicentro de una lucha antiimperialista que define nuestro tiempo.
El Rostro Actual del Imperio: EEUU y su Corte de Marionetas
El mundo vive bajo la sombra omnipresente del imperialismo estadounidense. Este imperio no actúa solo. Su poder se proyecta y perpetúa a través de una densa red de alianzas forzadas, estados subordinados y organizaciones militares diseñadas como herramientas de su hegemonía. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es el ejemplo paradigmático. Lejos de ser una alianza defensiva de pares, la OTAN funciona como un conglomerado de estados vasallos y fuerzas auxiliares al servicio de los intereses geoestratégicos del imperio anglosajón, encarnado hoy por Washington. Es un brazo armado extendido, dispuesto a intervenir donde y cuando el amo lo ordene para aplastar resistencias, controlar recursos o imponer su modelo.
Dentro de este teatro de marionetas, cada actor tiene su papel asignado, a menudo patético y peligroso. Francia, con sus ínfulas de grandeur, juega el rol del bufón ridículo pero letal. Intenta proyectar una independencia que no posee, realizando piruetas diplomáticas y aventuras militares menores (en África, por ejemplo) que, en última instancia, siempre se alinean con los objetivos estratégicos más amplios de Washington o, como mínimo, no los desafían seriamente. Su historial colonial y su actual sumisión a la OTAN la convierten en un cómplice activo.
Los restos del Imperio Británico, sumidos en una profunda decadencia económica, social y política, insisten obstinadamente en jugar un rol belicista. Aferrados a un pasado glorioso que ya no existe, se lanzan con entusiasmo servil a cada conflicto bélico promovido por EEUU, desde Irak hasta Libia, pasando por el apoyo incondicional a Israel. Su armada menguante y su economía tambaleante no le impiden actuar como el perro faldero más agresivo del imperio, interviniendo «de una u otra forma» en todas las guerras para justificar su lugar en la mesa de los poderosos y tratar de recoger migajas de influencia.
Israel: El Estado Títere Perfecto y su Origen Colonial
Pero si hay un títere ejemplar en este teatro imperial, es el Estado de Israel. No pega un solo tiro significativo sin la autorización explícita o tácita y, sobre todo, sin la protección política, militar y económica absoluta de Estados Unidos. Israel es la punta de lanza avanzada, la base militar permanente e inexpugnable del imperio en el corazón estratégico de Oriente Próximo. Su función es clara: desestabilizar la región, dividir al mundo árabe, garantizar el flujo de recursos (especialmente energéticos) hacia Occidente en las condiciones que este imponga, y aniquilar cualquier foco de resistencia.
La creación misma de este «ente sionista» es un producto directo del imperialismo europeo, específicamente del Imperio Británico (con la infame Declaración Balfour de 1917 y el Mandato posterior) y de Francia, que también tuvo sus ambiciones en la región. La resolución 181 de la ONU en 1947, que recomendó la partición de Palestina, no fue un acto de justicia, sino una imposición colonial en un contexto donde la propia ONU era una institución embrionaria, dominada por las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial y profundamente influenciada por el lobby sionista.
La votación fue un escándalo de coerción imperial:
- La Voz Robada de África: Casi todo el continente africano, excepto Egipto (ya independiente pero bajo fuerte presión) y Etiopía (que votó en contra), estaba aún bajo el yugo colonial europeo. Los pueblos africanos, cuyos destinos se decidían en Londres, París o Bruselas, fueron brutalmente excluidos de expresar su voluntad. Sus votos fueron emitidos por sus amos coloniales, naturalmente alineados con los intereses occidentales.
- La Extorsión en América Latina: Numerosos países latinoamericanos fueron objeto de presiones, amenazas económicas y sobornos descarados por parte de Estados Unidos para asegurar su voto a favor de la partición. La doctrina del «patio trasero» se aplicó sin miramientos.
- La Oposición Árabe Ignorada: Todos los estados árabes independientes existentes en ese momento votaron unánimemente en contra de la partición, reconociendo la injusticia intrínseca del plan que entregaba más de la mitad de la tierra a una minoría de colonos recién llegados, en detrimento de la población nativa mayoritaria. Su voz fue desoída.
La creación de Israel fue, pues, un acto fundacional de la «anglosfera» (EEUU y Reino Unido, con apoyo occidental) para imponer su control en una región vital, estableciendo una potencia colonial, colonialista, inherentemente racista (basada en privilegios étnico-religiosos) y teocrática (al definirse como «Estado judío»), incrustada en el corazón de Asia Occidental y el Mediterráneo Oriental. Su razón de ser: controlar y desestabilizar para beneficio de los intereses anglo-estadounidenses.
El Genocidio como Política: La Carta Blanca del Occidente Cristiano
A este monstruo colonial inventado en 1948, el llamado «Occidente cristiano» (o mejor dicho, las élites gobernantes de Europa y Norteamérica) le ha otorgado carta blanca para exterminar a los habitantes originarios de la tierra que coloniza: el pueblo palestino. Desde la Nakba (Catástrofe) de 1948, el proyecto sionista ha sido uno de limpieza étnica, expulsión, ocupación militar, bombardeos indiscriminados, encarcelamiento masivo, tortura sistemática y, como vemos hoy en Gaza, asedio y hambruna como armas de guerra.
Esta violencia continua y creciente no es un error de cálculo ni un exceso ocasional. Es el objetivo central: amedrentar al pueblo palestino hasta su sumisión o su desaparición, y enviar un mensaje brutal de terror a todo el pueblo árabe y a las naciones hermanas de la región. El mensaje es claro: cualquier resistencia al dominio imperial y al robo de sus recursos (petróleo, gas, agua, posición geoestratégica) será aplastada con una ferocidad inhumana. Las riquezas de Oriente Medio deben fluir hacia Occidente, y cualquier obstáculo debe ser eliminado. Israel es el guardián y el verdugo designado.
La Destrucción de la Resistencia Árabe y el Surgimiento del Eje
Los estados árabes que intentaron oponerse a este designio imperial pagaron un precio terrible en sangre. Las sucesivas guerras árabo-israelíes (1948, 1967, 1973) no fueron meros conflictos entre vecinos. Fueron guerras de agresión israelí, respaldadas masivamente con armamento occidental (especialmente estadounidense) y apoyo político absoluto, destinadas a:
- Consolidar la ocupación israelí.
- Destruir el nacionalismo árabe secular y antiimperialista.
- Facilitar, a largo plazo, la implementación del mito expansionista del «Gran Israel» bíblico.
La derrota de Egipto en 1967 y la muerte de Gamal Abdel Nasser (su líder carismático y símbolo de la resistencia) fueron golpes devastadores. Los sucesores de Nasser, empezando por Anwar Sadat, fueron sistemáticamente comprados y cooptados por Estados Unidos mediante «procesos de paz» que consolidaron la hegemonía israelí a cambio de migajas para la élite egipcia. Egipto, el gigante árabe, fue neutralizado.
Luego vino el turno de Siria. Tras décadas de presión, una guerra civil ferozmente promovida y alimentada desde el exterior (por EEUU, sus aliados del Golfo y Turquía, con el objetivo declarado de derrocar al gobierno de Bashar al-Assad) devastó el país. El apoyo occidental y de sus títeres regionales a grupos yihadistas, incluido el monstruoso ISIS (cuya creación y financiación inicial tienen profundas raíces en intereses occidentales y de sus aliados del Golfo), fue un intento cínico de «regalar» Siria al caos, destruyendo otro pilar de la resistencia. El Líbano, por su parte, ha sufrido décadas de bombardeos israelíes, invasiones y una constante injerencia externa destinada a mantenerlo débil y dividido.
En este panorama desolador de traiciones, guerras por procuración y destrucción de estados, surge con fuerza Irán. Es crucial entender que Irán no surge de la nada ni por capricho de un grupo de ayatolás. La República Islámica es el producto directo de una revolución popular masiva en 1979 que derrocó al Sha Mohammad Reza Pahlavi, un dictador brutal impuesto y sostenido por Estados Unidos y el Reino Unido para garantizar sus intereses petroleros y estratégicos. La revolución fue, en su núcleo, un levantamiento antiimperialista.
Desde su nacimiento, Irán revolucionario se ha erigido como un agente antiimperialista global. Su apoyo a la causa palestina no es retórico; es material, militar y estratégico. Pero su rol clave es ser el núcleo y el principal sostén del Eje de la Resistencia: una alianza de fuerzas populares armadas y estados que se oponen activamente al dominio imperialista y sionista en la región. Este eje incluye a Hezbolá en el Líbano, Hamas y la Yihad Islámica en Palestina, incluyó el gobierno sirio del Baaz y las Fuerzas de Movilización Popular en Irak, los hutíes en Yemen, y el propio Irán. Es una red de resistencia profundamente arraigada en sus sociedades, que ha demostrado una capacidad formidable para desafiar la maquinaria militar israelí y sus patrocinadores.
Gaza: El Rostro del Genocidio Imperialista
Por eso, el objetivo central del ente sionista, de Estados Unidos y de sus lacayos de la OTAN es liquidar el Eje de la Resistencia. Destruir este eje significa eliminar el último obstáculo serio a su dominio absoluto sobre Oriente Medio y sus recursos. E Irán, como corazón y cerebro de esta resistencia, es la pieza fundamental que hay que quebrar. El genocidio en Gaza no es solo contra Hamas; es un mensaje de terror dirigido a todo el Eje y a cualquier pueblo que ose resistir. Es una operación de limpieza étnica acelerada, respaldada y financiada por Occidente, destinada a borrar Palestina del mapa y aplastar la voluntad de resistencia.
Conclusión: La Causa Palestina es la Causa Antiimperialista
Pensar que la defensa de Palestina, la exigencia de justicia para su pueblo o el fin del genocidio en Gaza no tienen nada que ver con la agresión imperialista global y con el diseño imperialista del mundo, es una grave ceguera voluntaria o una forma de complicidad. La causa palestina es, por su esencia y su historia, una causa antiimperialista fundamental. Es la lucha contra la última gran empresa colonial abierta, sostenida por el imperio más poderoso de la historia y su corte de estados vasallos.
Pensar que lo que ocurre en Gaza es un conflicto local desconectado de la guerra imperialista contra la autodeterminación de los pueblos del Sur Global (desde África hasta América Latina, pasando por Asia) es ignorar la interconexión del sistema de dominación. El silencio, la justificación o la tibieza frente al genocidio palestino fortalecen directamente a los mismos poderes que explotan y oprimen a pueblos en todo el planeta.
La escena de palestinos en Gaza, bajo las bombas israelíes financiadas por Occidente, saliendo a los tejados a aplaudir los misiles iraníes que cruzan su cielo para golpear al corazón de la colonia europea llamada Israel, es una imagen poderosa y reveladora. Es el grito desesperado de un pueblo que identifica claramente a sus verdugos (el proyecto colonial sionista y sus amos imperiales) y reconoce, en el ataque contra el opresor, un acto de resistencia que les pertenece. Esa imagen debería hacer reflexionar profundamente a quienes aún dudan del verdadero carácter de esta lucha: defender Palestina es luchar contra el imperialismo. No hay otra forma. El destino del pueblo palestino está indisolublemente ligado al destino de todos los pueblos que resisten la dominación global. Su liberación será un golpe decisivo al corazón del imperio.