Por: Asmaa Faisal Awwad

Mientras la hambruna está desvolviendo las barrigas de los gazaties, las organizaciones internacionales están ocupadas analizando los porcentajes y estableciendo los criterios para declarar de una forma política de una «hambruna inminente», como prefieren llamarla, tenemos una tarea educativa (imponiendo un ojo) que une las luchas de los pueblos del Sur global, leyendo los movimientos de liberación y sus símbolos, una lectura abierta, audaz e inteligente capaz de hacer que nuestro espíritu de lucha sea más largo y más profundo, y nuestra creencia en la resistencia es inquebrantable.

Consultaba una publicación de la editorial libanesa Dar Ibn Khaldun (cuya existencia actual desconozco) sobre Guinea-Bissau y las Islas de Cabo Verde. La publicación, perteneciente a la serie “The Fighter’s Guide” sobre las Experiencias de los Movimientos de Liberación Nacional, primera edición – abril de 1975, analizaba la experiencia de las zonas liberadas.

Guinea, uno de los cuatro países que comparten este nombre en el mundo, es una nación de reducida extensión. Actualmente, su población ronda los dos millones de habitantes. A mediados de la década de 1970, la cifra apenas alcanzaba los 800.000, de los cuales 150.000 se vieron obligados a buscar refugio en Senegal, la República de Guinea y Gambia. En aquel entonces, el país contaba con una élite europea de 2.500 personas que, si bien constituía una minoría, ejercía un control absoluto sobre los recursos y la administración.

Durante el colonialismo portugués, el país sufrió 79 hambrunas. Según datos publicados por la Fundación Portuguesa de Investigación en el Extranjero en 1960, entre 1847 y 1899, un total de 58 hambrunas provocaron la muerte de 250.000 personas. Entre 1900 y 1960, 21 hambrunas causaron la muerte de 135.000 personas. (No considero que Portugal fuera castigada por este hecho).

En este contexto, surgió la figura de Cabral, ingeniero agrícola e hijo de una familia acomodada que se trasladó a Portugal. Sin embargo, él optó por regresar a su país con el objetivo de impulsar una estrategia diplomática para lograr su liberación. No obstante, pronto comprendió que la lucha armada era la única vía posible.

Tras su regreso de Lisboa en 1952, intentó establecer una organización de trabajo anticolonial clandestina, pero su actividad fue descubierta y las autoridades lo expulsaron a Angola. Este hecho marcó un cambio radical en su trayectoria, uniéndose a los camaradas del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA). Posteriormente, en 1956, fundó el Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC). Tras años de trabajo en la movilización del campo, la revolución se inició a principios de 1962, en un contexto en el que no estaba aislada de otros movimientos de liberación en África. Cabe destacar la reunión celebrada en Casablanca en abril de 1961, que tuvo como resultado la creación de una especie de asociación de lucha unificada entre los movimientos de liberación en las colonias portuguesas de África.

La revolución en Guinea-Bissau se produjo tras una guerra de desgaste del enemigo y sabotaje constante. De no ser por el apoyo que Portugal recibió de la OTAN, la revolución habría alcanzado el éxito con mayor rapidez. Sin embargo, para 1964, la pérdida del colonialismo habría sido significativa. Los rebeldes tomaron el control de la mayor parte del país y el partido revolucionario PAIGC celebró su primera conferencia en febrero de ese mismo año. En ella, se emitió un programa político de los más innovadores y avanzados que he leído, y se establecieron las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Amílcar Cabral fue asesinado a las 22:30 horas del sábado 20 de enero de 1973, antes de cumplir cincuenta años, en una operación ejecutada por una fuerza naval portuguesa que atacó la sede del partido en Conakri, República de Guinea. El ataque se produjo desde el océano Atlántico en cooperación con individuos traidores, incluido un compañero de Cabral.

El colonialismo pretendía derrocar el símbolo de la revolución y dividir la unidad interna, pero el 25 de mayo del mismo año, los camaradas de Cabral lograron el control del país tras paralizar la actividad de la aviación portuguesa. En julio, el joven ingeniero de radio Aristides Pereira (49 años) fue elegido y se estableció la secretaría del partido como representante legítimo y único del pueblo en el país. La Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció la independencia del país (en el enlace, el texto de la resolución https://shorturl.at/pmqif). A esta decisión se opusieron Portugal, Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, Sudáfrica, Australia y Malawi.

¿Por qué echamos de menos a Cabral hoy?

Dado que él y sus compañeros fundaron un frente en apoyo a Palestina, y que en el año de su asesinato la revista Cubana Tricontinental publicó 33 entrevistas con el mártir en las que afirmaba: “Defendemos causas justas basadas en nuestro principio fundamental de que estamos con la justicia, el progreso humano y la libertad de los pueblos. De ahí nuestra convicción de que la creación de Israel, llevada a cabo por los países imperialistas para mantener su dominio en Oriente Medio, fue artificial y con el objetivo de generar conflictos en esa región tan importante. Esta es nuestra posición. El pueblo judío vivía en diferentes países del mundo, y lamentamos profundamente las atrocidades cometidas por los nazis contra este pueblo. Sin embargo, no aceptamos que esto les otorgue el derecho de ocupar parte de la nación árabe. Creemos en el derecho del pueblo palestino a su tierra, por lo que consideramos que todas las medidas tomadas por los pueblos árabes y la nación árabe para recuperar la tierra palestina son medidas legítimas. Estamos plenamente comprometidos con este conflicto que amenaza la paz mundial, y apoyamos a los pueblos árabes con apoyo incondicional. No queremos la guerra, pero queremos que los pueblos árabes tengan la libertad del pueblo de Palestina y la liberación de la nación árabe de la hegemonía imperialista y la agitación provocada por Israel”.

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