Entrevista por: República de Palestina
El Cairo – diciembre de 2025
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Kameel Abu Hanish, el ex preso y dirigente palestino liberado, ofrece una imagen singular de un luchador que reúne el compromiso nacional con una conciencia intelectual encendida. Más de veintidós años en las cárceles se transformaron en sus manos en otro tiempo, un tiempo donde trabaja la mente y donde la escritura se forma como un acto de resistencia; así la prisión se convierte en un espacio para la contemplación y el conocimiento, y el vacío en un laboratorio para novelas, ideas y estudios que abrieron ampliamente la puerta a la literatura carcelaria palestina.
Durante los años de encarcelamiento, Abu Hanish continuó su labor como escritor, pensador y militante, produciendo novelas, poemarios y artículos políticos y filosóficos. Sus escritos se convirtieron en parte de la memoria colectiva de los palestinos frente a la hegemonía y la represión. Llevó siempre la experiencia del cautiverio a la mesa, revelando la arquitectura de la prisión y su impacto en la conciencia, demostrando ese grado preciso de resistencia que nace del sentido humano cuando es sitiado y de su capacidad para dirigir la mirada hacia la luz pese al peso de los muros.
Kameel Saeed Abu Hanish nació en Bayt Dajan, Nablus, en 1975. Estudió en las escuelas de su localidad y en Nablus, graduándose en 1999 de la Universidad de An-Najah con una licenciatura en Economía. Continuó sus estudios con un esfuerzo autodidacta riguroso, intentando incorporarse al programa de maestría en Relaciones Internacionales en la Universidad de Birzeit en el año 2000, y obteniendo posteriormente una maestría en Ciencias Políticas en prisión en 2019.
Su relación con el movimiento nacional empezó temprano: se unió a las Vanguardias del Mártir Ghassan Kanafani en 1988, y se afilió al Frente Popular en 1989. Fue activo en los marcos estudiantiles en escuelas y universidades; fue elegido secretario del Frente de Trabajo Estudiantil en An-Najah, supervisó boletines estudiantiles y contribuyó a la creación de comités contra la normalización. Durante la Segunda Intifada, participó en la resistencia armada y en la fundación de las Fuerzas de Resistencia Popular, que se convertirían luego en las Brigadas Mártir Abu Ali Mustafa, asumiendo su liderazgo en Nablus y luego en el norte de Cisjordania.
Llegaron detenciones y persecuciones continuas, su casa fue demolida y sobrevivió a intentos de asesinato, el más peligroso mediante un paquete explosivo en 2001. Fue detenido en abril de 2003 tras años de persecución y sometido a un duro interrogatorio durante semanas. Posteriormente recibió una sentencia de nueve cadenas perpetuas, además de aislamiento y prohibición prolongada de visitas familiares.
Dentro de las cárceles continuó desempeñando su papel político e intelectual. Contribuyó a la organización de actividades nacionales y culturales, fundó junto a sus camaradas una estructura orgánica del Frente Popular dentro de las prisiones, participó en la redacción de documentos de unidad del movimiento de prisioneros y en la dirección de huelgas colectivas, llegando a convertirse en miembro del Buró Político del Frente Popular.
Ha escrito decenas de obras —novelas y estudios— entre las que destacan: “Última hora”, “Bashaer”, “La cápsula”, “El séptimo lado”, y “El encantamiento de Jalila”. En el campo del pensamiento: “La dialéctica del tiempo y el espacio en la poesía árabe”, “Israel, un Estado sin identidad”, “Escritura y prisión”, y el estudio político-filosófico “La fortaleza”.
Su experiencia revela la capacidad del ser humano para transformar el cautiverio en un espacio más amplio de significado, convertir el conocimiento en compañero de resistencia y hacer del dolor un material para reconstruir la conciencia. Esta trayectoria va más allá del padecimiento: ilumina el lugar de la cultura palestina en la lucha por la libertad y muestra cómo el militante moldea su texto y su acción en el corazón del huracán.
Kameel Abu Hanish no salió de la cárcel solo con los pies; salió con la mano abierta sosteniendo esa frase larguísima que escribió durante más de veintidós años. Salió caminando sobre sus sombras antiguas, sobre el chirrido de puertas, sobre lo que quedaba del azul carcelario que intentó deshacer con tinta, y lo logró. Su salida fue como una irrupción serena a los muros que tantas veces imaginó en sus novelas, los mismos que reorganizó en sus teorías sobre el “tiempo paralelo”, y que enfrentó en “El séptimo lado”, donde inventó dimensiones suficientes para que un ser humano supere el cautiverio con la mente antes que con el cuerpo.
La prisión fue para él un laboratorio: un laboratorio de ventanas cerradas, pero abierto a la filosofía, a Fernando Pessoa —con quien dialogó desde la celda de Ramón— y a esa “desasosiego” que convirtió en una escalera para ver el mundo con menos muros. En “El libro del desasosiego”, reescrito a su manera, iluminó cuanto pudo de las nubes interiores, redistribuyendo la luz en los rincones de su alma, como si cada frase escrita allí fuese un intento de devolver al tiempo su cauce natural.
Las obras de Abu Hanish llevan un espíritu que trasciende la idea de una salvación individual. En “Amor que atraviesa el azul”, “Dolor sin decisión” y en sus estudios políticos y económicos, coloca la cárcel ante él como un expediente abierto, no para volver a narrar únicamente su experiencia personal, sino para revelar la estructura precisa del aparato represivo y señalar las formas de resistencia sutiles que se filtran entre sus grietas. En esas esquinas oscuras escucha la sensibilidad humana sitiada y su extraordinaria capacidad de conservar el amor a pesar de las cadenas. El azul que llena el lugar parece pesado sobre el alma, pero la mano de Camilo lo transforma en otra luz: una luz que desnuda al carcelero y otorga al prisionero una amplitud interior que no apagan muros ni alambres.
La fortaleza —ese estudio que escapó entre alambres de púas— aparece como algo más que una investigación sobre ecuaciones de fuerza y debilidad dentro de la estructura del ocupante; es una prolongación natural del militante que un día empuñó las armas y que luego convirtió la pluma en su continuación, escribiendo con la misma firmeza, abriendo a la comprensión un sendero que emerge desde los escombros como la hierba que brota entre las grietas del cemento.
Y cuando Kameel rompió los muros de la fortaleza en la realidad, la escena semejó el regreso de una frase aplazada a su contexto. La salida del cuerpo de la prisión se amplió para incluir al escritor que siempre vio el mundo desde una ventana lateral que no se abría completamente al cielo. Esta vez extiende la mano al aire directamente, escribe sin “cápsula” ni mensajes que deban contrabandearse entre puertas; escribe para sus seres queridos desde el espacio vivo de la existencia, no desde ese espacio paralelo que impuso el cautiverio. La tinta avanzó un paso antes que él, abrió el camino e iluminó la penumbra.
Los episodios que presenta República de Palestina en esta extensa entrevista frente a frente con el militante, escritor y novelista Kameel Abu Hanish —en El Cairo tras su expulsión forzada— capturan un momento raro donde se encuentran dos tiempos distintos: un tiempo retenido en el que Camilo se sumergió profundamente en su interior, y otro tiempo que se abre con la libertad hacia viejas preguntas que ahora enfrenta con mayor claridad y amplitud. En este espacio se entrelazan filosofía y experiencia vivida; la escritura como salvación individual con la escritura como acción colectiva de resistencia. Asoman el militante, el pensador y el ser humano en una sola figura, con una voz que guarda el eco del hierro y que insiste, al mismo tiempo, en que esa voz siga siendo capaz de cantar.
Al entrar en esta serie, avanzamos hacia un espejo amplio que se asemeja a su mundo literario: un espacio invadido por el azul desde todos los lados, pero que se niega a someterse a él; ocupado por la resistencia sin que desaparezca el calor humano, extendiéndose como si fuera una séptima dimensión que devuelve al tiempo su primer latido… un tiempo nacido de la capacidad del espíritu para atravesar muros, no de los muros mismos.
Así comienzan los episodios: como una puerta que se abre a un relato largo pospuesto, como si cada palabra dicha fuera un intento de reorganizar de nuevo la historia del ser humano que salió de la fortaleza para recontar el mundo con su voz libre.
(Primer episodio)
La alegría aplazada de la libertad y el impacto del regreso: Kameel Abu Hanish contempla el extrañamiento del tiempo desde su exilio
Desde El Cairo, desde el lugar del desplazamiento forzoso, el preso liberado, miembro del Buró Político del Frente Popular y escritor y pensador Camilo Abu Hanish —que salió en el marco de intercambios entre la resistencia y la ocupación tras veintidós años de condena perpetua— comenzó a relatar a República sus primeros instantes tras la liberación.
Abu Hanish inicia hablando de esos momentos decisivos: “Mi liberación fue similar a un impacto silencioso, una revelación pesada y lenta que se deslizó hacia la conciencia y reorganizó las viejas preguntas que creí resueltas y asentadas durante los años prolongados de encarcelamiento”. Esta salida inesperada no llegó acompañada de lágrimas tradicionales de felicidad, a pesar de la enorme recepción y calidez que se le brindó; más bien presionó su pensamiento y encendió una perplejidad que superó su efecto emocional, sin permitirle una liberación expresiva o teatral. El mundo que lo recibió no se asemejaba a una continuidad tranquila del que había dejado; parecía otra entidad, completamente distinta, cuya estructura esencial había cambiado y cuyo ritmo se había alterado al punto de volverse difícil de captar.
Del tiempo del “séptimo lado” al tiempo natural de la vida
Abu Hanish se adentra en la paradoja existencial: “Pasé veintidós años en el tiempo paralelo de la prisión, donde el tiempo tiene un valor fijo, medido en silencio, contemplación y lectura. Los años largos detrás de los barrotes, con su lentitud y rigor, se volvieron parte inseparable de mi identidad y de mi orden del mundo. Pero la verdadera sorpresa fue el cambio radical que sufrió el tiempo fuera de los muros: su forma, su significado y la manera en que se presenta en la vida de las personas libres”.
El tiempo fuera de la prisión ya no se vive como unidades pesadas y cohesionadas que uno puede asir. Se volvió un torrente continuo, feroz, implacable; una secuencia interminable de actualizaciones, notificaciones y transiciones rápidas. La tecnología dejó de ser una herramienta para convertirse en un dogma dominante que reconfigura la sensibilidad humana hacia el tiempo y la profundidad. Las relaciones perdieron su antiguo peso y sus anclas, volviéndose livianas y frágiles hasta casi desvanecerse en la marea del ritmo acelerado.
“Las preguntas existenciales que nunca se calman seguían sosteniéndome”, afirma, “pero la relación de la gente con el ritmo de la vida ha cambiado profundamente”. Agrega: “El miedo a detenerse y a la quietud se hizo mucho más grande que el deseo de comprensión profunda. La vida se transformó en una carrera frenética donde la ansiedad persigue los días sin un objetivo claro, sin tocar el significado real de la estabilidad ni de vivir con lentitud y conciencia”.
Extrañamiento en tiempos de abundancia: la ausencia de presencia
Lo que realmente lo detuvo y lo desconcertó fue ese extraño extrañamiento frío arraigado en el interior humano. Un extrañamiento silencioso que no necesita manifestaciones ruidosas para anunciarse; basta con mirar los ojos para verlo con claridad devastadora. Son miradas que pasan sobre cosas y personas sin habitarlas ni retenerlas. Conversaciones que comienzan y se abortan sin completarse. Una tensión sutil e insistente que vive bajo la piel incluso en momentos que deberían ser cálidos y reconfortantes.
Veía a personas reunidas con sus cuerpos, estrechándose las manos e intercambiando frases truncas, pero sus espíritus permanecían suspendidos en otro espacio, invisible, como si estuvieran presentes en otra dimensión.
Abu Hanish observa en silencio denso, intentando captar señales y comprender lo no dicho y lo que susurran miradas dispersas. Resume su visión así:
“El hombre está rodeado de gente, pero está solo. Se mueve entre rostros con una mente distraída, dividida entre mil tareas; la atención se ha vuelto un recurso difícil de otorgar con sinceridad. Ahora es una mercancía rara que solo se entrega por completo al teléfono”.
El aislamiento se ha convertido en una práctica cotidiana administrada con destreza por un pequeño dispositivo envuelto en un silencio decorado por una luz azul.
La prisión antigua y la prisión nueva
Abu Hanish empieza a notar que la distancia real entre él y el mundo nuevo no se puede medir por los años de prisión, sino por el tipo de tiempo que habita hoy las mentes y corazones. Un tiempo rápido, tenso, saturado de superficialidad que deja al individuo exhausto antes de darle la oportunidad de estar realmente presente en su propia vida.
Salió de la prisión de muros de hierro para chocar con un mundo donde todos corren hacia una prisión de velocidad y extrañamiento interior. Una prisión cuyas murallas no fueron levantadas por fuerza sino por elección atractiva, lo que la hace más peligrosa y más profunda.
La paradoja de la libertad y la ausencia del cuerpo
Este inesperado regreso a la libertad tras 22 años no fue jamás una libertad plena. El instante de atravesar la puerta fue una dolorosa división donde una parte de su alma quedó suspendida detrás de los barrotes. Recuerda, con un nudo interno, a los camaradas y prisioneros que dejó atrás, aquellos con quienes compartió pan, cigarrillos, ansiedad y esperanza, con quienes construyó mundos intelectuales dentro de las celdas estrechas. Lo persigue una pregunta existencial: “¿Por qué yo salí y ellos permanecen?” Esa pregunta le genera una responsabilidad permanente, una noble culpa que convierte su libertad en una libertad incompleta.
La distancia geográfica y la presencia del espíritu
Experimentó otra conmoción: la del alejamiento forzoso de su familia en Cisjordania. Su salida no significó regresar a su hogar; se encontró exiliado de su tierra y raíces. Su comunicación con su madre, su padre y sus hermanos siguió dependiendo de la geografía y del teléfono, ese aparato que en el exterior simbolizaba superficialidad y aislamiento se transformó para él en un puente vital, en una cuerda que sostiene el corazón. A través de él intenta construir una tienda nueva de comunicación que devuelva el calor y la profundidad perdidos en un mundo que idolatra la velocidad y mantiene muros incluso después de que se derrumbaron los de la prisión.
Estén atentos al próximo episodio del Informe de la República, que abordará ejes relacionados con la dimensión intelectual y cognitiva que se forjó en el cautiverio, y cómo Kameel Abu Hanish evalúa a través de ella el nuevo mundo.





